viernes, 13 de febrero de 2009

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.














La noche que conocí a Sofia hacía frío. No de ese tipo de frío que congela las hasta las palabras salientes. Lo recuerdo como si fuera ayer: un frío poco común por Buenos Aires, seco, intermitente. Recuerdo minusiosamente su cuello envuelto en una bufanda tejida al crochet, su cabello rubio recojido a medias en un "riguroso neglishe", y su copa de vino de la casa envuelta en sus delicadas manos. Desde entonces no dejo de pensar en sus manos. Del tamaño justo, con una selección de anillos y un color morado sangre en cada uña.
Sonaba Jamie Cullum en una de esas canciones que uno hubiese jurado programada para la situación. Ella me miró, lo suficiente como para dejarme pensando toda la noche en cómo haría para entablar una conversación digna de tal. Se encontraba sola, y se la veía ensimismada en sus pensamientos. Tardé en acercarme pero decidí hacerlo cercanas las 3 am y el cuarto Bloody Mary. No tuve que decir mucho ya que se notaba en cada una de sus respuestas su urgencia por la charla. Pronto ya intercambiabamos ideas y críticas sobre autores conocidos.
Pasadas las 4 am, ella comenzó a esbozarme una historia de amor y rabia como desde mi adolescencia no escuchaba.Esa noche, 21 de abril, descubrí en palabras de Sofía, que el amor es cuestión de cobardes y valientes enfrentados en una especie de batalla naval.
Probablemente Sofía no recuerde ni una de todas las frases que brotaban de su boca color coral, es posible también que hoy Sofía se encuentre casada o en concuvinato en algún sector privilegiado de la ciudad. Pero en ese entonces ella tenia 19 años y una visión completamente diferente a la mia. Me hizo recordar el amor adolescente y la eterna búsqueda de las cosas. El "a todo o nada" fruto de toda una vida por delante y la insistencia en el (tan utópico, por cierto) "amor sin barreras".
Llamo entonces a la reflexión, fiel compañera de largas noches sin dormir, y voto por un amorío joven para toda la vida. Amar hasta el cansancio y llorar hasta las muelas si fuere necesario. Desear, buscar, encontrar y seguir buscando.
Dejar de privarse por el placer de la misma privación y comenzar a cometer errores.
Sofía esa noche había sido plantada por el entonces "amor de su vida", hoy quizás pueda recordarlo con una sonrisa. Cerrando el bar y siendo los últimos en la barra me animé a darle un aliento de esperanza, conteniendo las ganas de confesarle que nada de lo que ella sentía iba a ser para siempre, haciendo grandes esfuerzos por no prometerle que conocería un sinfin de hombres que la harían sentir igual (o mejor), me abstube a decirle que el amor es cosa seria, en manos de bufones de circo.
Ella sonrió, tomó su abrigo y uno de mis cigarrillos, y encendiéndolo con su mano libre se retiró sin decir palabra. Como dandome una lección, como insinuandome que todo aquello que le había dicho ella ya lo sabía. Tan diesinueveañera y adolescente logró que hoy, 13 años después, yo la recuerde y escriba sobre la noche en la que, sin intención, me mostró la tragedia de amar y morir infinitas veces en el intento.